La falta de Amor

En las profundidades de mi ser se encuentran las huellas que me hablan de la necesidad de cariño, de afecto y de dulzura que reclaman y piden a gritos mi piel y mi corazón. Un dolor que aprendí a camuflar a la perfección creando un personaje para no parecer vulnerable y para evitar sumergirme en las profundidades de ese mismo dolor. Hasta que un día cayó la máscara en un momento de lucidez y me llevó a la comprensión de ese pesar que habitaba en un lugar insondable de mi corazón. Y me encontré de frente con la vulnerabilidad que esquivaba inconscientemente para anestesiar la tristeza, el desconsuelo y la aflicción por la añoranza y el anhelo de un amor que no sentí recibir.

Esa falta de afecto marcó sobremanera mi vida guiándome a buscar ese amor en la mirada de cualquiera y contentándome y alimentando mi alma con migajas creyendo no merecer más que eso. Nunca se me ocurrió pensar que el problema no estaba en mí, que yo era válida y valiosa y que merecía ser querida y tratada con ternura. Nunca se me ocurrió pensar que el problema es que hay personas que son tan pobres de mente y de espíritu que no saben dar lo único que nunca se agota que es el amor. Nunca se me ocurrió pensar que eso que reclamaba fuera tenía que dármelo yo. Y eso es porque siempre creí que no era digna de ser amada, que no merecía ser bien tratada, que algo malo tenía que tener que justificase la falta de amor que tanto marcó mis días.

Cuando una persona está falta de cariño, cómo consecuencia de ello se crea una desvalorización tan profunda que el concepto de sí misma se rompe en mil pedazos, dejando un dolor, un vacío y un frío en el alma que sólo puede ser colmado por el amor de quien no tiene miedo al amor.

Y así fui atrayendo y dejando entrar en mi vida a personas que no hacían más que mostrarme y escenificarme el contenido de esas creencias tan arraigadas en lo más hondo de mi ser. Pedía a quien no sabía dar y por eso era yo la que lo daba todo a quien tampoco sabía apreciar lo que se le estaba ofreciendo. Pero también entendí el porqué de ello. Estaba entregando mi amor a personas más heridas que yo. Tan heridas que no sabían relacionarse con los afectos. Tan faltos de todo lo relacionado con lo emotivo que no sólo no sabían dar, sino que ni tan siquiera sabían recibir.

Cuando entendí lo que me había negado a ver durante tanto tiempo el siguiente paso fue preguntarme: ¿Y ahora qué?

Pues ahora toca ir en busca no del amor de nadie, sino de las partes de mí que perdí en esa búsqueda. Permitirme llorar mi dolor para que sea exorcizado. Liberarme de la creencia de que no merezco ser amada. Tratarme con la ternura que nadie me ha dado y ser yo la causa que haga que se me erice la piel y me vibre el corazón por todo lo que me doy y todo lo que me amo. Porque sí: merezco ser amada y tratada con expresiones de afecto y cariño. No sólo un amor de compañía que te haga la vida tranquila, sino un amor que sepa acariciar mi piel y besar mi alma. Ese amor con el que tú corazón canta de alegría y se regocija de gozo. Ese amor no lo sabe dar cualquiera, hay que ser muy valiente para abrirse ante el otro y mostrar su fragilidad, porque nadie quiere que le vean sus heridas, y cuanto más dolor habita en uno más hace por ocultarlo.

Igual todo se resume en que en el fondo nos creemos imperfectos y nos avergüenza que seamos descubiertos. Confundimos la necesidad de sentirnos amados y la pena que ello nos produce con debilidad y para esconder la aflicción que sentimos creamos una coraza de protección para mostrar la imagen de una fortaleza de la que carecemos. Porque lo que te hace fuerte no son las corazas inventadas, te hace fuerte sentirte amado y saber dar amor. Te hace fuerte abrir tus heridas y dejar que otros las vean. Te hace fuerte reconocer que eres vulnerable y considerarlo como algo maravilloso siempre que te sientas en un espacio seguro con personas que son lo suficientemente sensibles y empáticas para ver y entender tu dolor y abrazarlo sin miedo hasta que la herida se abra y pueda entrar la luz.

Marcar como favorito enlace permanente.

Comentarios cerrados.