En estos tiempos de post-PLANdemia y de programación mental a la población siento que las cosas se nos van de las manos…
Ayer me vino a la consulta un tipo (o tipa, o tipe, ya no sé…) con el que mantuve el siguiente diálogo:
«- Buenos días, Javier.
– Javier no: Maite.
– ¿Maite? Cuando le tomaron el nombre para la cita dijo Javier.
– Bueno, ya, fue un lapsus. Es que aún no estoy ajustado en mi nueva identidad.
– Ah, disculpe. Bueno, dígame qué le pasa.
– Mire: en el trabajo me insultan porque ahora les digo que soy Maite en vez de Javier.
– Comprendo: es un caso claro de acoso laboral tránsfobo. Hay que conseguir que dejen de insultarle. A lo mejor podríamos hablar con el responsable en la empresa de…»
… Me empezó a chillar como un poseso (o posesa, o posese, ya no sé…)
«- ¡No! ¡No! ¡¡NOOOOOOOOOOO!! Yo sí quiero que me insulten, pero que me insulten como mujer, porque eso reforzará mi nueva identidad.»
(…) Señor, llévame pronto.